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1907. Vicente Yniesta y el Globo.

Un día caluroso del mes de julio-como la primera salida de Don Quijote- el año 1907, Vicente Yniesta, que vivía en el número 3 de la calle de San Francisco, comenzó una tarea quijotesca. Nada menos que editar un periódico imparcial, gratuito, que saldría los domingos y sería el «Defensor de Quintanar de la Orden». Este periódico se iba a llamar durante seis años, «El globo».

Vicente Yniesta trabajó durante varios días. Con su traje oscuro, camisa almidonada, sombrero hongo y fino bastón, recorría las calles y oía comentarios de las gentes. Por la noche escribía uno por uno todos los ejemplares de su periódico. Cada noche cuatro o cinco ejemplares. Luego los secaba y los guardaba cuidadosamente. El día 14 de Julio de 1907, Vicente Yniesta repartió gratuitamente cincuenta ejemplares de este quijotesco periódico.

La gente pudo leer cosas importantes: Parece que se va a terminar el Ferrocarril a Villacañas. Pero hay accidentes de bicicletas por las calles y Vicente Yniesta afirma en «El Globo» que mejor sería que los ciclistas se pusieran a trabajar en la vía. En un número de agosto de 1907, El Globo se queja que la gente no vaya al paseo de Colón con lo fresca que sale el agua de la noria nueva. En 1909 da noticias del Motín de la plaza contra los consumos y trata de averiguar, como un detective, el paradero de los investigadores. En 1910, anuncia que ha traído una ternera y que se podrá vacunar el vecindario. Año tras año, salía El Globo con letra clara, escrito cuidadosamente número tras número. Trae noticias como la apertura de los Baños de Gil y Pinilla a 25 céntimos la entrada. Trae Jeroglíficos, chistes y hasta novelas en folletín. Vicente Yniesta felicita a los comerciantes de Quintanar por lo limpios que tienen sus comercios y da una importante noticia bajo el título de «Animalada»: unos hombres han amenazado a otro.

Vicente Yniesta trabaja cada noche durante seis años. Da noticias, critica los problemas del Ferrocarril y del polvo de las calles, resume artículos de agencias internacionales y se despide candorosamente cuando va a salir de veraneo. «El director del Globo se despide de todos en general por unas semanas, pero volveré a mi pueblo». En el mismo número este quijotesco periodista asegura que no necesita dinero para su periódico, que él se basta solo para seguir su tarea. Finalmente del día 15 de Febrero de 1913 aparece el número 106 de «El Globo». Don Quijote muere. Durante este tiempo nada se ha escapado a la pluma y a la conciencia de Vicente Yniesta que escribía en la calle de San Francisco número 3.

Meses atrás, al hacer un derribo de una casa, se encontró un informe montón de papeles viejos. Gracias a este culto profesor quintanareño que es Esteban Heras, de entre todos esos papeles viejos se pudo salvar una colección de «El globo». Leámoslo con cariño y con admiración. Luego cuando pasemos por la calle de San Francisco, recordemos con ternura, que allá por los años de 1910, vivió en el número 3 un hombre que se afanó por defender quijotescamente a su pueblo.

 

Juan Martín de Nicolás Cabo

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Los Manueles

Durante largos años fue esta familia una de las más poderosas y de más honda prosapia del Quintanar. Sus integrantes coparon los puestos políticos importantes de la Villa y se entroncaron con familias preclaras, en una evidente endogamia de clase, formando parte del estado noble de nuestra villa.

Las primeras referencias a ellos parten de 1575, cuando nuestros regidores Andrés Migolla y Pablo Mota, al rellenar el cuestionario de preguntas mandadas hacer por el rey Felipe II con el fin de hacer unas Relaciones Topográficas de todos los pueblos de España, dan cuenta y razón de los Manueles existentes en Quintanar.

En contestación a la preguna número 41, en la que se indaga sobre las personas pertenecientes al estado noble, nuestros regifores encabezan la lista de los treinta y cinco hijos-dalgo existentes en la Villa, con los nombres de los pertenecientes a los Manueles, como hidalgos que son más antiguos del lugar.

«Juan Manuel de Lodeña el viejo, que es contino de la casa de su Majestad, hijodalgo notorio de padre e abuelo de ejecutoria, e hidalguia, la mas antigua de este lugar, dicen que su origen de parte de los Ludeñas lo trae de las Asturias de Oviedo de la casa de Lodeña. Es Lodeña de parte de su padre, e Manuel de parte de Doña Juana Manuel, su madre; (es) hijo de Alfonso Manuel e de doña Teresa Jaraba, que fue hija de don Alonso Manuel e doña María de Ayala; que don Alonso fue hijo de don Juan Manuel e doña Catalina de Avilés, que fueron rebisabuelos del dicho Juan Manuel que ahora vive, que tambiés es Villaseñor, hija del alcaide Juan de Villaseñor.

Por parte de los Manueles y Lodeñas, trae por armas: un escudo en cuadrante a la mano derecha, cuatro cuarteles, e a  la izquierda otros cuatro; y en los cuarteles de la derecha esta uno vernala con brazo y mano empuñando una espada desnuda en alto, la guarnición en cruz es dorada y ansimismo la cruz de la espada y el campo de este cuartel es dorado; y en los otros dos cuarteles de la mano derecha estan en cada uno un leon pardo, (con) la boca abierta, las manos alzadas y la cola; estan los leones en campo blanco e las alas estan trocadas en sus cuarteles. Y en la otra mmitad de la mano izquierda, trae siete jaqueles azules en campo de oro, e por orla ocho cormenos negros en campo blanco por los Lodeñas, que en otro tiempo se dice, se llamaban Loreina. Este escudo esta en un enterramiento.

El dicho Juan Manuel tiene en una capilla de la dicha iglesia, de que suso se hara mencion, en una tumba y en el arco de la capilla por defuera esculpidas en una piedra calada de este escudo de piedra en el ara de la capilla y dos escudos pintados de azul e amarillo con las armas de los dichos Lodeñas, y en el escudo que esta en la tumba, estan pintadas las armas de los Manueles y Lodeñas, Ayalas y Villa Mires»

«Juan Manuel de Lodeña el mozo, vecino e regidor perpetuo de esta villa, por merced de su majestad, es hijo mayor de legitimo matrimonio del dicho Juan Manuel de Rodeña e doña Maria de Zapata, su madre. Trae las armas de su padre y en unas casas de que tiene en un escudo de piedra estan armas de Manueles e Lodeñas»

«Alonso Manuel de Lodeña, alferez mayor de esta villa por merced de su Majestad, hombre hijodalgo, notorio, es hijo legitimo de Juan Manuel de Lodeña e de doña Maria Zapata, su madre. Trae por armas un escudo de piedra sobre la puerta de sus casas las armas de Manueles, Lodeñas e Zapatas e Ayalas, como su hermano Juan Manuel y estas casa dichas son vinculadas por su abuelo»

«Don Fernando Manuel, caballero del habito del señor San Juan, es hijo legitimo de Juan Manuel de Lodeña e de doña Maria Zapata, su madre. Trae armas de sus hermanos. Fue capitan de Infanteria en la guerra del reino de Granada»

«Juan de Ayala de Lodeña, hijodalgo, notorio, y es hijo legitimo de de Alonso de Lodeña, difunto hermano de Juan Manuel de Lodeña, arriba dicho. Trae armas de su tio.»

«Pedro Manuel de Lodeña, hijodalgo, notorio, y es hijo legitimo de Hernando Manuel de Lodeña, e de doña Isabel de Lara, difuntos, y fue hermano de dicho Juan Manuel de Lodeña. Trae las a tio e mas las de los Lara de su madre (que) son: dos calderas en campo colorad, una encima de otra, y en cada asa de caldero, dos sierpes retorcidas, y son de negro y colorado; e tiene de vinculo en esta villa, de su padre, unas casa principales con otros bienes e raices.»

«Alonso de Lodeña el mozo, es hijodalgo notorio; fue hijo de Alonso Manuel de Lodeña, sobrino de dicho Juan Manuel de Lodeña. Trae armas de sus tios.»

Todas estas siete casas son descendientes del dicho Alonso de Lodeña e de doña Juana Manuel, su mujer, e gozan de la ejecutoria del dicho.

La alta alcurnia de estas familias- hoy lo llamaríamos orgullo- era demostrable por sus integrantes no sólo en vida, copando cargos, distinciones y prebendas, sino también a la hora de la muerte, cuando es sus testamentos mostraban clara disposición a acceder más rápidamente que el común de los mortales a la gloria eterna, vinculándose la iglesia a través de una serie de legaciones y obras pías que aceleraban el proceso de paso del Purgatorio al Cielo. Para ello nada mejor que erigir enterramientos y tumbas suntuosas, lo más cercano posible al altar mayor y en el lado del Evangelio, o en capillas igualmente situadas, y hacer una serie de legaciones pías y profanas a la Iglesia, tales como fundación de capellanías, establecimiento de vínculos, fundaciones, patronazgos, etc.

Los Manueles quintanareños y sus descendientes, ya emparentados con otras preclaras familias, buscaron su lugar de descanso eterno en el sito más prominente de la Iglesia, en la primera capilla del ala del Evangelio (hoy en el lado contrario por colocación del altar, ahora situado cara a los fieles), la hoy denominada de la Virgen del Carmen, que fue la primera que construyó en la Parroquia. Su construcción data de hace más de cuatrocientos años. En el libro de Visitas de la Orden de Santiago correspondiente a los años de 1529 se anota:

………estan fechas dos capillas, la prinzipal donde esta el altar mayor e luego otra siguiente……….

Son varios los nombres con los que el pueblo ha conocido esta capilla: de los Ludeña, de los Villaseñores, de Capitán Juan de Huelva, de las Indulgencias..etc. y en ella reposan los restos de Manueles, Ayalas, Villaseñores, Zapatas, Gajeros, Acuñas, Arias, Santoyos, etc.

…….y en la dicha iglesia hay una capilla de los Ludeña con un enterramiento dentro de ella que es la parte del Evangelio, cerca del altar mayor; y  dentro de esta, un enterramiento en una boveda debajo de la dicha capilla, y en una pared de ella, a la del suelo, una tumba de palo negra y un escudo de armas, de que arriba de ha hecho mencion; y encima de la tumba, en el hueco de la pared, un epitafio del origen del dicho Juan Manuel de Lodeña, dice la respuesta número 48 de las anteriormente citadas Relaciones.

En el libro I de Defunciones (1668-1695) de nuestro archivo parroquial, fol. 99 vta., aparece la partida de defunción de una Manuel; en él vemos la magnificencia de su legado:

«Doña Isabel de Ludeña Manuel y Avalos, viuda de don Luis Chacón, murió en esta villa del Quintanar a cinco días del mes de Diciembre de mil seiscientos y sesenta y siete años. Otorgó testamento…..ante Juan Antonio de Aguilar, escribano público, en que dejó por su alma  cien misas más veinte de acompañamiento, por las almas de sus padres, doscientas, por las ánimas del Purgatorios, cien, por lo que tuviere algún cargo diez, seis de Santo Ángel de la Guardia, seis de la Santa de su nombre, veinte de indulgencia, sesenta que ha de hacer decir Doña María de Haro y Ludeña, su sobrina, cien que ha de decir su sobrino Don Luis de Villaseñor, cura de la Roda por 560 que le perdona. Deja a Don Alonso de Haro y Ludeña, su sobrino, natural de esta villa y vecino de Horcajo, una heredad de ciento y cincuenta fanegas de sembradura y unas casas, todo vinculado con que tenga cargo de decir cada año cincuenta misas. Y así mismo deja a Don Fernando de Haro y Ludeña, su sobrino, vecino de Santa Cruz, diez y ocho mil reales de heredades que tiene en dicha villa de Santa Cruz vinculadas con cargo de cincuenta misas cada año. Ytem dejó a Don Gabriel Martínez Higuero, su sobrino, las casa de morada, bajo la plaza, un cargo que ha de tener cuidado de que el farol o lámpara que está sobre la puerta de Nuestra Señora de la Piedad y de la imagen que hay en ella arda todas las noches, y de hacer decir el día de San Juan Bautista una fiesta todos los años. Ytem dejó de todas las heredades y censos que tiene en esta villa una capellanía con cargo de dos misas cada semana. Ytem mandó a la ermita de Señora Santa Ana de esta villa un cáliz con su patena y bolsa de corporales. Ytem dejó a Nuestra señora de la Piedad unas bujías de plata y unos ramilletes. Dejó oficios de novenario y cabo de años y un año de añal por albaceas al Licenciado Don Thomas Ximénez de Crespo del hábito de Santiago y Cura de la Parroquia de esta Villa, y al Licenciado Luis Fernández Pedroche, presbítero, y a Juan Martínez Higuero, su cuñado, familiar del Santo Oficio……

El apellido Manuel, debido a los diferentes entronques con otras familias, paulatinamente fue desapareciendo de los documentos, no perdurando hoy en día en nuestra Villa. En el año de 1605, en la lista de hidalgos de esta villa, aparecen los nombres de: Alonso Manuel de Lodeña y Diego Manuel. Doña Lucía Villaseñor Acuña Arriaga y Santoyo Manuel de Lodeña, casada, el 21/05/1730, con Don Alfonso Panduro, natural del Toboso, hijo de Don Victorino Panduro y Doña Francisca de Acuña y Villaseñor, según refiere el folio 202 del Libro V de desposorios, es la última de los quintareños de apellido Manuel, y de este linaje, que he encontrado en los libros parroquiales.

Son varios los Manueles que demostraron su magnificencia y valer en la vida quintanareña, pasando a la historia de nuestra villa. El Padre Martín de Nicolás, al escribir sobre las ermitas de Quintanar, nos habla de la fundación dela ya desaparecida de San Juan, diciéndonos que la escritura de dicha fundación data del 13 de Junio de 1606 y que su fundador fue Don Fernando Manuel de Ludeña, caballero de la Orden Militar de San Juan, Comendador de Danta María de Viada y Rivadavia, quien, además, dejó un censo de catorce mi maravedieses a un vecino de la Villa, para que cediera anualmente la cantidad de mil varavedises para mantenimiento y ornato de la ermita. La escritura fundacional viene firmada por otro Manuel, Don Alonso Manuel de Lodeña, sobrino y representante legal del anterior.

Tuvo su origen este apellido en la casa real española, en el infante Don Manuel, hijo del Rey don Fernando III el Santo y de la reina doña Beatriz de Suavia, que contrajo matrimonio con Doña Beatriz, hija de Amadeo, tercer conde de Saboya; de este enlace procede el esclarecido linaje de los manueles. Su hijo fue el infante Juan Manuel (1282-1348), uno de los creadores de la prosa castellana, y gran político, engrandecedor del señorío de Villena, en cuyos lugares quedó patentizada su labor repobladora y dadora de unas señas propias de identidad.

De alta alcurnia de la familia se hace eco Gracia Dei en su Vergel de las Armas de los Manueles:

Desnuda y alta espada

la ala de oro a cuarteles

la campo sangriento sentada

de leones reales orlada

es sangre de Manueles

hijo de rey y sus abuelos

armas del cielo y tesoros

Saboya quita sus vuelos

a España pone recelos

conquistadora de moros.

Cuenta el infante Don Juan Manuel, gran aficionado a la heráldica, aunque no muy ducho en la materia, en una de sus obras, que, cuando su abuela, la reina Beatriz, estaba a punto de alumbramiento de su padre el infante don Manuel, tuvo un sueño en el que se le reveló que de su descendencia habría de salir el vengador de la muerte de Cristo. Ya en edad de tomar armas, don Manuel puso en sus blasones aquellas que el arzobispo de Sevilla don Ramón, a instancias de su padre el rey don Fernando  III, había diseñado para él: quarterones e bermejos así derechamente commo los traen los reys, et en el quarteron bermejo do anda el castiello de oro puso el una ala de oro con una mano de omne que tiene una espada sin bayna; et en el quarteron blanco en que anda el leon puso a este mismo leon. El emblema estaba claramente copiado de los reyes castellanos, con la variante de un ala y una espada, en lugar del castillo, para así poder mejor diferenciar este linaje del perteneciente al primogénito real, el futuro Alfonso X el Sabio.

El propio Don Juan Manuel explicaría también el significado de las armas de su escudo. Según él, la espada indica la fortaleza y la justicia, siendo símbolo de la cruz, que el nuevo linaje debe ensalzar y defender. La mano, la parte más noble y hábil del cuerpo humano, representa la sabiduría y la firmeza con que la familia debía proceder en el empeño de su defensa del la cruz. El ala de oro es recuerdo el ángel que se le apareció en sueños a la reina Beatriz y al linaje de los emperadores, sus ascendientes, que trayan alas, et el ala es parte del aquila con que buela e puede sobir en alto, así como también el grant poder et grant avantaja de las otras gentes, asi commo el oro avantaja de los otros metales. El león es referente de Cristo, al igual que en las Sagradas Escrituras, y muestra la procedencia real del infante, que desciende derechamente de los reys de Leon. La soberbia del infante don Juan Manuel le hace añadir que asi commo el leon es sennor e mayoral de otras familias, asi este linage deue aver avantaja et sennorio de las otras gentes para acauar el serviçio de Dios.

Sigue contando el infante que, moribundo el rey Sancho IV, le hizo confidencias sobre las conversaciones que había mantenido con Fernando III en Sevilla, cuando éste estaba en el umbral de la muerte. Don Fernando mandó llamar a su hijo don Manuel y, lamentando no poder dejarle el reino, pues no era primogénito, le dijo: Fijo, vos sodes el postremo fijo que yo ove de la reyna donna Beatriz, que fue muy sancta e buena mugier et se que vos amaua mucho, pero non vos puedo dar heredat ninguna, mas douos la mi espada Lobera, que es cosa de muy grant virtut con que nos fizo Dios a mi mucho, et dovos estas armas que son sennales de alas et de leones. Alas y leones, sobre campo rojo, que durante muchos años ondearían en los pendones, castillos y lugares del señorío de Villena. Hoy en día es fácil reconocer las armas de los Manueles en los escudos municipales de Almansa, Villena, Sax, Tobarra, Hellín, etc., todos los lugares del antiguo señorío.

Los Manueles se extendieron por todo el territorio bajo sus órdenes y los lugares aledaños, emparentando con las más encumbradas familias. Extinguida en 1360, con la muerte de doña Blanca, hija de don Fernando Manuel y nieta del infante Don Juan Manuel, la rama preferente de los Manuel, el problema suscitado en la sucesión de las tierras de Villena, su señorío, se complicó con la guerra fraticida entre los hijos de Alfonso XI. Juana, hermana de Don Juan Manuel y casada con Enrique de  Trastámara, bastardo del rey, disputaba el señorío a Don Pedro, rey legítimo de la Corona, a quien acusaba de querer adueñarse de las tierras de Villena y de haber envenenado a doña Blanca por heredar la su tierra. Terminada la contienda, y ya pasados varios años, los lugares dependientes del marquesado de Villena, reconocieron por rey al bastardo don Enrique y por su señora a su esposa Juana porque es nuestra sennora natural e heredera de la Casa de Villena, por quanto es fija de don Iohan, nuestro sennor que fue, que Dios perdone.

Los diccionarios heráldicos nos describen así sus armas: 1º. y 4º., de plata, un león rampante de gules. 2º. y 3º., de gules, un brazo alado de oro con espada de plata. Otro: Escudo cuartelado: 1º. y 4º., en campo de gules, una mano derecha, alada, de oro, teniendo una espada de plata, guarnecida de oro, y 2º. y 3º., en campo de plata, león de gules, coronado, armado y lampasado de lo mismo. Los de Aragón llevan: En campo de gules, una mano diestra, alada, de oro, teniendo una espada de plata, guarnecida de oro.

 

 

FÉLIX SAN JOSÉ PALAU

 

 

 

 

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